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Publicación trimestral
ISSN 2422-7633

Abril 2016

Entrega 06 - Abril 2016

Negro Amestoy...

La tarde del 30 de mayo de 2006, estaba nublada, fría y por momentos llovía. La multitud que estaba en la puerta del cementerio de Firmat, para despedirte, de pronto vio acercarse a un grupo de paisanos con sus pilchas gauchas, montando sus criollos y trayendo de tiro un caballo gateado ensillado sin jinete, “tu montado”, recién allí tomamos conciencia que ya no estarías más entre nosotros, que no escucharíamos tu risa espontánea, ni tus palabras de aliento, ni tus consejos, ni tus bromas. Pronto se cumplirán 10 años, no lo podemos creer…

El Negro Amestoy, fue un Veterinario competente, cabal, comprometido, y un hombre imprescindible, que supo ser maestro, amigo y compañero, en las dosis exactas para cada momento compartido. Decía siempre, que estar rodeado de jóvenes lo mantenía alejado de lo que pudiera significar la vejez y él había logrado, realmente, ser el más joven de todos nosotros.

Con el advenimiento de la democracia en nuestro país, se lo convocó a participar del cogobierno de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional de Rosario, como Consejero Graduado, y no dudó un segundo en hacerse presente y acompañarnos en ese desafío, hasta el último minuto de su vida. Nadie ni nada lo subsidiaron en esta tarea; ni lo hubiera aceptado y nos regaló así, cientos de horas de su vida y de sus discursos que resultaron piezas antológicas para la historia de la institución.

Cada vez que el Dr. Luis Bernardo Tadeo Amestoy pedía la palabra durante las sesiones del Consejo Directivo de la Facultad, muchos de los presentes, fuésemos oyentes o Consejeros, nos preparábamos para escuchar al “Negro” con la máxima atención. Sabíamos que de sus argumentos, posicionamientos o reflexiones del momento surgían claves, se revelaban verdades, se construían alternativas y se desbarataban falacias con preclaridad y lucidez, pero también con fina ironía y hasta cierto sarcasmo cuando era pertinente. El “Negro” nunca perdió el humor, ni en los momentos más duros de las discusiones acaloradas, agotado ya los límites del tiempo o de la paciencia y sabía arremeter con sus razonamientos de convicciones puras, pero sin perder jamás la elegancia de la diplomacia ni la cordialidad la simpatía y el respeto.

Durante más de veinte años, cumplió a ultranza el compromiso tomado con sus compañeros del claustro de Graduados y lo hizo sintiéndose verdaderamente feliz por ello.

Por fuera de su faceta política, el Negro amaba la naturaleza y los caballos. Le cambiaba el rostro cuando hablaba de esa especie y sentía amor, admiración y respeto incondicionales hacia esos animales. Sabía comprenderlos, los interpretaba… El Negro era consultado por numerosos y reconocidos criadores de la Raza Criolla al momento de elegir un reproductor destacado, y lo hacia aunando la belleza morfológica a la funcionalidad del animal, por eso nunca se equivocaba. Lo hemos visto en numerosas exposiciones de la raza “amontonar” gente al momento de argumentar la elección de un animal, y allí mostraba en toda su dimensión, el profundo conocimiento de lo que el llamaba “Belleza funcional”. Fue la primera persona a la que escuchamos hablar de lo que hoy se conoce como biodinámica del movimiento de los equinos.

Algunos de nosotros, siendo jóvenes egresados, aprendimos a hacer tacto con el Negro, que nos enseñaba entre risas y bromas, con total desinterés, utilizando los vientres de sus clientes, sin recibir más que nuestra gratitud. Repetía hasta el cansancio que un animal enfermo no puede ser estudiado fuera del lecho ecológico donde habita, se desarrolla y produce. Insistía permanentemente que el veterinario debía aprender a darle de comer a la hacienda, ante todo. Manejaba las pasturas desde la observación, la intuición y el estudio, en esto era un autodidacta y un verdadero maestro, trasmitiendo sus experiencias enriquecedoras a quienes quisieran escucharlo. Siempre nos preguntaremos porqué las pasturas le duraban tanto…

Entre tantas cosas que nos dejaste, nos quedó la Escuela de Arte Ecuestre de nuestra Facultad, que lleva tu nombre, y mirando fijo a esos estudiantes y sus caballos criollos, en cada pirueta que hacen, te volveremos a ver…

No es fácil para nosotros escribir esta suerte de homenaje. Nunca estaremos conformes con texto alguno. Este luchador imprescindible que fuiste es mucho más de lo que podamos, torpemente, tratar de expresar sobre él.

Fue un privilegio conocerlo, escucharlo y sentirnos queridos por este ser humano tan particular.

Nunca dejaremos de extrañarlo y de percibirlo cerca a la vez, como esa clase de contradicciones que nunca se resuelven. Redactar esta dedicatoria fue como ver una película, cada palabra se acompaña de una imagen. Casi podríamos asegurar que mientras la escribíamos, estuvimos con él. Estaba vestido con su poncho chileno, llevaba sombrero y por momentos, montaba su caballo. Tomamos mates juntos, volvimos a escuchar sus risotadas y la cadencia de su forma de hablar, cuando se ponía serio y reflexivo. Ojalá lo soñáramos esta noche, para poder decirle: “¡Ah Negro querido, hoy te escribimos una dedicatoria!”… porque estas páginas son ineludiblemente para nuestro amigo, que siempre sostuvo que los profesionales veterinarios egresados de las universidades públicas, debían ser agentes efectores de cambio social. Sus palabras calaron hondo en nuestras conciencias, llegaron muy lejos y están íntegras en las convicciones que nos mantienen vivos. Respetuosa y modestamente, estas páginas pretenden ser un aporte en el sentido expresado por este querido amigo.

Negro… con esto saldaremos solo una muy pequeña parte de la deuda, el resto quedará definitivamente pendiente, pero desde el lugar en donde estés, seguro, nunca la reclamarás…